La
huella ecológica y sustentabilidad
La
metodología o la cuenta de la huella ecológica (MHE o CHE) calculan los
requerimientos del hombre sobre la naturaleza. Una huella
ecológica de una población equivale al área
biológicamente productiva requerida para producir los recursos utilizados y absorber los residuos generados
por dicha población (Wackernagel,
1996, Wackernagel et al., 1999, Crotscheck & Narodoslawsky, 1996). Debido a
que la gente utiliza los
recursos de todo el planeta, la huella ecológica calcula el tamaño
combinado de estas áreas donde quiere que estén ubicados estos recursos. Se
puede comparar las huellas ecológicas que representan la demanda del hombre,
con la capacidad biológica (representando suministro ecológico) en una región
particular o para todo el planeta.
Cuando
las demandas del hombre exceden la producción ecológica, el capital natural, es
decir, los créditos sobre cual dependen la actual y las futuras generaciones
disminuye. Se denomina a esta situación “sobrepaso” o también el déficit ecológico global. Los cálculos actuales estiman la
tasa del consumo de los recursos de una nación en más de cinco docenas de
países. Esta estimación se basa en agregar las importaciones y sustraer las
exportaciones de la producción doméstica. Cada categoría incluye los productos
primarios (leche, leña, etc.) y los productos manufacturados derivados de los
primeros. El análisis de la huella ecológica intenta a evitar los problemas de
estimar la capacidad sustentable al cambiar de manera radical la pregunta. En
lugar de preguntar “¿Cuántas persona puede la tierra soportar?”, la
huella ecológica hace la pregunta “¿Qué extensión de la tierra se necesita
la gente para soportar a sí mismo?”, en otras palabras, la metodología de
la huella ecológica concentra no sobre el número de las cabezas, sino el tamaño
de los pies (Vizcarra et al., 1994).
Por
tanto, la pregunta arriba mencionada, no solamente, se trata del número de humanos,
sino de la población, el consumo de recursos y la tecnología que se trata de la
formula I = PAT de Ehrlich & Holdren (1971, 1972), donde, I
es el impacto, P es la población, A es la afluencia y T es
la tecnología. Además, el concepto de la huella ecológica trata de contestar
limitaciones bio-físicas. Esto lo hace vía comparar el impacto del hombre sobre
el medio ambiente con la capacidad de la biosfera a regenerar los recursos
utilizados. Se puede expresar este problema en término de la “carga humana”
sobre el planeta, es decir, el área bio-productivo utilizado por cada persona (aunque,
en realidad, se aplica el análisis de la huella ecológica a los productos, actividades,
organizaciones y las regiones). Este análisis sugiere que se define la capacidad
de porte del medio ambiente como “su carga máxima soportable” (Vitousek et
al., 1986).
Cualquier
análisis de la sustentabilidad requiere alguna manera de medir esta carga, ya que
“si no puede medirla,
no se puede manejarla.” Este concepto se aplica tanto al estudio
de los recursos naturales como al análisis económico de las finanzas. En muchas
formas, el análisis de la
huella ecológico se puede ver como una forma del conteo ambiental que respeta
los límites ecológicos, en una manera que la economía convencional con sus
estimaciones monetarias, no lo hace. En otras palabras, los precios son
aglomerados extraños que no tiene un mensaje objetivo a decir acerca del valor
de las cosas tanto del punto de vista de un lado como de otro lado.
La
utilización de los recursos y la emisión de los residuos y contaminantes están expresadas
en hectáreas globales por medio del cálculo del espacio productivo requerido
para proveer dichos servicios utilizando la tecnología actual. Un ciudadano mundial promedio tiene una
huella ecológica de 2.9 hectáreas globales. Este valor para un ciudadano de Brasil es igual a 2.2
hectáreas globales y para un ciudadano de Gran Bretaña es igual a 6.3 hectáreas
globales, y de allí nacen los superávit o cargas positivas y los créditos, es
decir las cargas negativas.
La
huella ecológica no es la única manera de indicar los impactos ecológicos. Más
sin embargo, es un método muy valioso que pueda apuntar hacia un futuro más
sustentable. El análisis de la huella ecológica demuestra que el consumo de
recursos por el hombre, claramente, excede la capacidad de la Tierra para
regenerar dicho recursos. En otras palabras, nosotros nos encontramos en el
punto de excedente, con una huella ecológica global de mayor magnitud comparada
con la capacidad de carga de nuestro planeta. Nosotros no vivimos ni dentro del
interés de la naturaleza, ni compartamos los recursos disponibles de una forma
equitativa. Sin embargo, no debemos pensar de manera fatalista como la
consecuencia del análisis de la huella ecológica, sino esperar que este concepto
ecológico pueda apoyar a la sociedad a una mayor comprensión en relación con la
naturaleza y el medio ambiente. A pesar del cambio del cazador-recolector a los
forrajeros de supermercado, tal parece que la humanidad no ha perdido su
instinto de sobrevivencia. Actualmente, la humanidad se encuentra pasando por
un experimento donde los riesgos son muy altos. Nunca en la historia evolutiva
del hombre han existido tantas bocas a alimentar, mentes a pensar o manos a
trabajar. Sin embargo, tampoco ha existido un mundo que parezca tan pequeña o
con tanta conciencia sobre el futuro del mismo. En cada esquina del mundo, y
sin saberlo necesariamente, hemos convertido a los ciudadanos universales, cada
uno con un papel a desempeñar. Nosotros podemos tomar pasos grandiosos y crear
el mundo sustentable que queremos, tanto para nosotros como para las
generaciones venideras.
Daena: International
Journal of Good Conscience. 3(1) : 672-678. Marzo 2008. ISSN
1870-557X.